martes, noviembre 13

Decir Adios...

A mi me cuesta deshacerme de cosas que me gustan, me cuesta también despedirme cuando el lugar donde estoy es agradable.

Las perdidas no son parte de mi historia, soy muy afortunada y bendecida por el Dios del cielo, de no tener en mi historia visitas a cementerios para llevar una flor a un familiar cercano.

No tengo tantos afectos familiares fuertes, mis lazos con mis primos y tios son mas de cariño que de amor y como siempre viví lejos de mi familia sanguinea, no me nace tanta preocupación o amor para ellos. Los quiero, pero solo por que se que existen. No por que tenga relación con ellos.

Pero tengo una familia especial, con lazos mas fuertes que la sangre, mis hermanos de iglesia. He contado antes que mi papá es pastor protestante, de una iglesia pequeña y sencilla, en un sector popular del puerto.

Ahí llegamos por un llamado místico de mi padre, por predicar la palabra de Dios y anunciar a las personas de Cristo y su plan de salvación.

Cuando llegamos no había nada, solo una iglesia construída por mi papá, con las acciones que vendió y que eran el patrimonio que teniamos como familia.

Han pasado 16 años de eso y muchas personas han llegado y se han consolidado como fieles miembros de la iglesia, asistiendo cada domingo, siendo parte de la vida del templo y dando vida también a la iglesia.

Una de las personas mas queridas para mi, la Juanita María Rubina Ferrada, una gordita de 1.40 mts de estatura, de unos ojos verdes grandes y pelo muy rubio, con brazos cortitos, que daban abrazos increibles, y una voz muy aguda que se quebraba con facilidad cuando hablaba lo que Dios y la iglesia, y sobre todo Cristo significaba para ella y su historia de vida.

Se fue...

El Jueves la fui a ver al hospital, entré a la UTI, estaba con una máscara de oxigeno y transpiraba mucho, estaba hinchada y me miró y me regalo una sonrisa, le dije que la quiero, lo importante que era para mi, me movio los labios diciendo que me quiere mucho... le di besos en la frente, me hizo seña... salí de ahí con la certeza de que ese adios era para siempre.

Y fue así, y me cuesta pensar que no voy a tener esos abrazos cada domingo, y que no voy a tener a quien contarle a quien me gusta esta semana, y que no voy a tener a quien pedir consejos de buenos shampoos... y que no voy a tener esa sonrisa frente a mi.

Aún así, cuando fui a la reunión de su despedida, y de lejos ví el cajón. Aún sin poder digerir que ahí dentro estaba mi Juanita María, me alegra su partida. Pero me hace doler el alma igual.

Me alegra saber que esta donde ella siempre soño estar, me conforta saber que ya esta en los brazos de su Maestro, a quién amó con el alma y corazón.

Un día, cuando su hijo tenía solo meses de vida, y estaba morado y desesperada salio buscando ayuda por que su hijo se estaba muriendo. Lo dejó en el hospital y empezó a caminar desorientada y escucho cantar, entró a una iglesia evangélica, le hablaron de un Dios que hacía milagros, oró con fe, prometió que si su hijo volvía a la vida, ella seguiría los pasos de Cristo, y su hijo sanó. Y ella cumplió su promesa hasta el Jueves, en que se fue al lugar de su eterna esperanza.

Yo te voy a extrañar tanto Juanita... Pero te voy a ver pronto, es esa la bendita esperanza que no averguenza, es esa la preciosa fe que abrazo, que se que la muerte es solo una pausa, es un viaje, un pequeño momento. Te veo en el cielo osita linda.

Donde nunca mas nos diremos adios.